sábado, 26 de febrero de 2011

EL POLICÍA ILUSTRADO, Por Gerónimo Centurión.



Diario 16, 9 de febrero del 2011


Una noche, hace tres meses, caminaba con un grupo de amigos por la plaza San Martín y vi cómo cuatro policías pateaban a un joven que se resistía a subirse a un camión policial. A pocos metros la escena se repetía. Mis amigos se indignaron, pero solo yo decidí intervenir. Consciente del estilo con el que efectuaban su "trabajo" me acerqué a uno de los policías con mi DNI en la mano y le pregunté la razón de las intervenciones. "No seas sapo o quieres perder", me respondió. Afectado por su respuesta, le repliqué que mi única intención era conocer la razón del operativo e insistí que, "a menos que estos jóvenes se encuentren cometiendo un delito flagrante, no podían tratarlos así".
Con cólera y, lo admito, con la actitud que podría tener un profesor hacia un alumno con problemas de atención, me dirigí al policía y le dije que "la flagrancia les podría permitir detenerlos, pero de ninguna manera golpearlos. Están ustedes vulnerando varios de sus derechos fundamentales: la libertad, el libre tránsito, además de cometer  el delito de agresión".

No sé si fue mi tono o su mal humor, pero lo concreto es que el policía se picó y me respondió: "Pendejo eres", e inmediatamente hizo una seña para que me levaran al camión. Me resistí. Les dije que no subiría al camión a menos  a menos que me expliquen qué delito acababa de cometer. Mi comentario no solo fue inútil, sino que fue considerado provocador. Esto implicó que, mientras me cargaban hacia el camión, recibiera unas cuantas patadas.

El camión se demoró en arrancar 3 ó 4 minutos, tiempo en el que observé el goce y hasta placer en el rostro de los aproximadamente 30 policías que participaron en el operativo. Parecían niños jugando a policías y ladrones.

Al llegar a la comisaría de Alfonso Ugarte, tres funcionarios municipales -uno de ellos con una cámara de video esperaban nuestra llegada y nos instaban a ingresar a la carceleta. Yo, al percatarme de la cámara, me dirigí a ella y exigí que se me explicara el motivo de la intervención. Pregunté, algo más altanero, el nombre de la persona a cargo y exigí saber en qué delito o supuesto ilícito había incurrido para merecer ser detenido. Recién en ese momento, un policía, temeroso, me dijo, "Ya vete". "Así no", le repliqué, "discúlpese". "Ya vete o te metemos adentro 15 días", me amenazó. Por un momento dudé en seguir adelante, pero vi a mis amigos a lo lejos y reculé.

Es paradójico que la mayoría de policías no conozca la ley que formalmente defiende. Mejorar la educación y la seguridad son temas recurrentes en esta campaña. ¿Pero qué hacemos para educar mejor a las personas que deberían brindamos seguridad? Se suele discutir sobre el número de policías o su paupérrimo equipamiento para enfrentar la delincuencia. Yo considero que, además, debería discutirse también sobre su calidad y los riesgos como país que implica tener policías que no conocen la Constitución.

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